El patriotismo como argumento de identidad

En los últimos días he tenido la suerte de poder disfrutar de unos días de vacaciones junto a mi familia. Optamos por la provincia de Petorca como lugar de destino, en parte porque combina las bondades del campo y la playa entregándonos diversas y variadas alternativas de descanso, reflexión y entretención.

Justamente en la búsqueda esta combinación tripartita (estructura esencial para mi de los periodos de vacaciones), es que nos encontramos con la presentación en vivo de la Escuadra Ecuestre Palmas de Peñaflor en la localidad de Catapilco. Algo había escuchado sobre esta escuadra y algunos antecedentes tenía, pero me llevé una sorpresa mayúscula, no sólo por la calidad de la presentación, destreza de sus jinetes, belleza y cuidado de los caballos – posible de extrapolar a una sinergia artística extraordinariamente bien lograda entre el hombre y el caballo -   sino que también por la observación insitu que hago de la génesis un movimiento identitario (y por ende social) que recorre el mundo difundiendo contenidos referentes a una conceptualizada identidad chilena. Desconozco totalmente si ese ejercicio de conceptualización de identidad ha sido consiente, derivado de alguna metodología siquiera pensado, o bien es el resultado casual de un fin artístico pero en realidad poco importa para este artículo. Lo importante es la emergencia espontánea del concepto de difusión de identidad mediante representaciones artísticas articuladas por acciones, símbolos y significados.

La bibliografía al respecto que más conozco y que mayor sentido me hace – útil fuente de mi aprendizaje y formación - es lo trabajado por el profesor Jorge Larraín en La identidad chilena, donde – con la profundidad sociológica de otro gran exponente de la escuela nacional - se responde de manera directa y clara a preguntas como ¿En qué consiste ser chileno? ¿Existe una raza chilena? ¿Qué piensan los chilenos de sí mismos? ¿Cómo son vistos los chilenos por los demás?.

Es muy importante considerar, antes de entrar a la reflexión propiamente tal, que me encantó el espectáculo, apoyo la generación de movimientos sociales que construyan identidad y, quizás lo más importante, creo que la identidad es un constructo tan complejo y articulado – casi un sistema autopoyético[1] – que el hecho de planteárselo como un concepto único a representar es prácticamente imposible. La identidad por definición se articula a partir de diferentes movimientos, sensaciones subjetivas y afiliaciones dinámicas. En este sentido, lo entregado por la Escuadra Ecuestre Palmas de Peñaflor ciertamente proporciona elementos de identidad, bien logrados y representados, pero desde mi punto de vista insuficientes en cuanto conocimiento transferible puesto que enmarca su contenido en un único símbolo y significado: la bandera chilena.

Otro considerando ejemplificado con el deporte. Me emociona el himno nacional cantado en el Estadio Nacional de Santiago - más aún - ver flamear nuestra hermoso símbolo patrio en canchas extranjera e, incluso superando al anterior, ser testigo del tesón que despierta la estrella solitaria en deportistas chilenos. Creo que la bandera, símbolo por excelencia del patriotismo, es un bello representante de elementos identitarios, que en ciertos casos despierta un sentimiento de pertenencia relevante, pero – al igual en lo observado en la presentación de la Escuadra Ecuestre Palmas de Peñaflor –carece de contenido suficiente como conocimiento transferible y, por ende, como un constructo sólido de identidad, por lo que se podría señalar que al patriotismo - representado en la figura de la bandera – por si solo no le alcanza para ser un argumento vigente y actual de la transferencia del concepto de identidad chilena.

 

El intento es positivo y válido, sin duda. Y bien ejecutado por lo demás. Aún más – y es aquí donde quiero hacer la invitación a replantearse - la representación de la Escuadra Ecuestre posee otros, por no decir todos, elementos que de ser desarrollados simplemente desde el discurso, podría hacer de la agrupación – ya casi movimiento social - un extraordinario representante de la transmisión – difusión, con beneficios latentes internos y externos para el país, y de transferencia de conocimiento generacional de una identidad chilena aún en ascuas. La acción no es lejana, de hecho es súper simple: reforzar y proporcionar contenidos - derivados y presentes en su guión actual - que sean permanentes, educativos y despojado de las resabios cargados que lo que se desprende del patriotismo. Desarrollando historias, mitos, trayectorias, conocimientos, dudas, preguntas: ¿cómo llego el caballo? ¿su rol en la chilenidad? ¿quién es el huaso? ¿por qué esa vestimenta? ¿de donde viene? ¿qué ha hecho? ¿qué hace hoy? ¿de donde vienen los pascuenses? ¿por qué aún se habla de con los mapuches? ¿los chilenos son mapuches? ¿el huaso es chileno? ¿el huaso es mapuche?, entre otras decenas, centenas, miles de preguntas posibles de plantearse en torno a lo que se puede observar en el picadero, que son al fin y al cabo una forma de acumulación de conocimiento, fuente transcendental del desarrollo social, económico y cultural.

 

[1] La autopoiesis o autopoyesis es un neologismo que designa la cualidad de un sistema capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo. Fue propuesto por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela en 1972 para definir la química de auto-mantenimiento de las células vivas y posteriormente llevado al campo de la sociología por Niklas Luhmann quien busca equivalentes funcionales a la integración normativa para dar solución al problema que afecta la autoorganización y la autoproducción de las sociedades en contextos de contingencia y riesgo

Compartir